José Ramos Bosmediano, miembro de la Red social para la Defensa de la Escuela Pública en las Américas (Red SEPA, Canadá), ex Secretario General del SUTEP
Estuvo en Lima Walter Lingán en el año que concluye y viajó también al interior del país, particularmente a su tierra Cajamarquina, para presentar su última novela: "El espanto enmudeció los sueños" (arteidea / grupo editorial, Lima, 2010).
Wálter vive en Colonia, (Alemania) desde la década de los 80, ciudad donde estudió Medicina, profesión que ejerce y a la cual le saca el tiempo suficiente para dedicarse, con ímpetu sorprendente, a la literatura. Es un caso más de especialistas en una determinada ciencia que aman y disfrutan del arte de la literatura, como Ernesto Sábato o Nicolás Parra, para citar solo dos ejemplos en Latinoamérica.
Walter es uno de los peruanos que, como Melacio Castro, ha desarrollado su talento y ha dedicado su acción social a favor de las causas nobles de los peruanos, en Alemania, donde finalmente está procreando también criaturas de ficción..
En el haber literario de Wálter nos encontramos con varias narraciones, desde "Por un puñadito de sal" (1990) hasta "La danza de la viuda negra" (2008), "La ingeniosa muerte de Malena" (2009) y "Un pez en el ojo de la noche" (2009). De manera que estamos ante un autor en franco proceso de crecimiento artístico.
La historia como motivación y fondo
El novelista y crítico literario Miguel Gutiérrez viene insistiendo en la tesis, no nueva por cierto, que señala el lugar privilegiado del narrador en el tratamiento de la historia. "El novelista es un historiador privilegiado", escuché decir a Gutiérrez en una de sus conferencias, en el sentido de que al tomar los hechos reales de la historia, el novelista le agrega su propia creación sin deformar la realidad, volviéndola, sí, mucho más clara y hasta bella, claro que bella, que por eso es literatura y no historia propiamente dicha, donde la belleza no es lo importante, o lo más importante, sino la expresión real de los hechos y su proyección o perspectiva científicamente fundamentada.
"El espanto enmudeció los sueños", novela de Lingán que comentamos en las siguientes líneas, constituye el abordaje de los últimos cuarenta años de la historia del Perú, concretamente desde la singular década de los 70 del siglo pasado hasta la actualidad. Lingán ha querido entregarnos, interpreto desde mi modesta calidad de lector, un fresco de la lucha de clases en el Perú actual, una manera de ver la realidad en su dinamismo y en sus contradicciones fundamentales, un rescate de los protagonistas populares en los hechos que definen este período histórico que aún no ha tenido un desenlace definitivo.
Se distinguen con nitidez los dos protagonistas de nuestra reciente historia: por un lado, los de abajo, con sus problemas cotidianos, sus conductas sociales delictivas, en algunos de ellos, en un contexto de escasas oportunidades para edificar una vida digna en el "Barrio" y en la familia; pero también con manifestaciones de heroísmo, de sacrificio y de entrega por las causas más nobles dirigidas a la transformación social de la "Nación". El narrador de la ficción encabeza los ideales de quienes, en la década de los 70, trataron de cambiar la historia del Perú desde una perspectiva popular y socialista. Este narrador es un personaje con solidez espiritual y no un mediocre protagonista de causas perdidas. La presencia de Sendero Luminoso en la obra no tiene nada que ver con el estereotipo de "locos" o "criminales" que la historia oficial ha venido ofreciendo y hasta consolidando en la mente de los peruanos. Su presencia en la novela como "los paladines de la Cuarta Espada", nombre asignado por el autor al movimiento subversivo dirigido por el "Pensamiento Gonzalo" (Abimael Guzmán Reynoso), es el fruto de circunstancias particulares en la historia del Perú, en las cuales las clases oprimidas no alcanzaron a distinguir la alternativa más correcta para enfrentarse a las clases dominantes que hasta hoy defienden los privilegios de minoría en el poder del Estado. La aventura senderista es presentada a través de sus actos, contrarios a una conducción revolucionaria, enfrentada al aparato estatal en manos de una burguesía aliada a intereses extranjeros. Su derrota no es una pérdida para el país.
La novela nos da una dimensión bastante aproximada de la represión de la dictadura militar de los 70 del siglo XX, de la restauración oligárquica de los 80, de la dictadura fujimontesinista de los 90 y de la primera década del siglo XXI como continuidad del neoliberalismo impuesto por el dúo Fujimori-Montesinos, cuyas denominaciones que enmascaran a los personajes son, respectivamente, "el forajido oriental" y "el espía imperfecto".
Quizás en aras de la síntesis, la narración obvia los acontecimientos que ayudaron a arrinconar a la dictadura militar de Morales Bermúdez, como son las prolongadas luchas de 1978 u 1979, en las cuales los maestros del SUTEP y los frentes de defensa fueron los principales actores de grandes jornadas de masas, colofones del Paro Nacional del 19 de julio de 1977, bellamente presentado en el primer capítulo de la novela, con unos épicos versos del poeta y profesor Cesáreo Martínez. Ocurre también con la ausencia de la larga lucha de los maestros peruanos en 1991 contra los planes fujimoristas de privatizar la educación y destruir los derechos de los docentes.
Una trama política inconclusa
Como es la presente historia del Perú. Luchas y derrotas. Ideales y traiciones. El futuro que se aproxima y retrocede. La historia inconclusa que parece reproducirse en uno de los párrafos finales de la novela, cuando la madre dice que seguirá buscando a su retoño asesinado por las fuerzas represivas.
Gran parte de la novela imagina un diálogo entre el preso político revolucionario y el otro preso, "el forajido oriental", que parece haber perdido su acostumbrada arrogancia de cuando tenía el poder bajo la orientación de "el espía imperfecto". Es un diálogo que imprime humor a la novela, una manera de destruir al político abusivo e hipócrita, además de ladrón. En este caso, la novela puede tener un mayor efecto sobre la perversión de un ex presidente que la cárcel dorada en la que actualmente se le mantiene, rodeado de todas las comodidades. Pero esta "venganza" literaria no es nueva. El arte es la ficción que supera a la realidad y que sustituye a esta en aquellos elementos que normalmente no se pueden realizar por las debilidades de los que hacen la historia, o deben hacerla de forma diferente a la oficial.
La trama política que presenta la novela de Lingán, si bien sencilla, no conduce a una interpretación estereotipada ni a una visión simplista del lugar de los actores. Está el Perú de hoy, buscando nuevas definiciones para una salida a la crisis de nuestra sociedad. La novela conduce a la esperanza, pues los personajes "de abajo" no han claudicado de sus ideales: han sido, en todo caso, derrotados temporalmente.
El arte de narrar
La narrativa de Lingán se inscribe en la que se ha abierto paso en el Perú desde los 90 del siglo XX, tomando el hecho de la violencia como la otra forma de hacer política desde las distintas posiciones que adopta la lucha de clases. En este contexto, han surgido nuevos autores y obras de algunos ya veteranos que enfocan la violencia en el Perú como motivación fundamental de una nueva narrativa que puede definirse también como neorrealismo, ya no solamente urbano, sino la inmersión de lo rural en lo urbano y viceversa. Esta nueva narrativa no invalida las otras escrituras, más bien enriquece la literatura peruana actual. Porque es inevitable el abordaje de la violencia de nuestro tiempo, parafraseando el título de una de las novelas más importantes de los 90, precisamente de Miguel Gutiérrez ("La violencia del tiempo"). No es casual que en la novela de Lingán sean citados por el personaje principal los escritores Santiago Roncagliolo y Dante Castro, entre otros.
La narración contiene una combinación de diálogos alternados que saltan el tiempo y algunos monólogos que buscan perfilar mejor el mundo interior. Lo más logrado del libro, a nuestro parecer, es el capítulo inicial, cuando de la mano del poema de Cesáreo Martínez, nos ofrece el panorama de la jornada de lucha del 19 de julio de 1977, las marchas callejeras, las movilizaciones de masas, la quema de llantas que expresan la furia de los oprimidos, las consignas de lucha, el espíritu combativo de quienes no tienen nada qué perder pero sí mucho qué ganar. Cómo se nota el carácter bastante testimonial del autor respecto a esa década de grandes batallas sociales.
El capítulo primero es una verdadera pieza de inicio de una obra que busca expresar la unidad de un conjunto. Un personaje que representa el lado débil de la sociedad, El Barrio, que trata de señalar su origen y su posible trayectoria para liberarse de un sistema opresivo, que utiliza el arma de la escritura para esclarecer a sus vecinos sobre lo que ocurre en el país.
Recuerdo que en la presentación del libro uno de los ponentes resaltó la "táctica" del narrador de usar apelativos para no citar directamente a los personajes. Tengo la convicción que esta sustitución no era necesaria, pues los apelativos resultan abiertamente expresivas que, en realidad, no ocultan nada. Me parece que es la parte débil de la novela.
La obra de arte encierra siempre elementos contradictorios dentro de una totalidad interrelacionada. "El espanto que enmudeció los sueños" contiene los elementos que definen las contradicciones sociales del Perú actual. La política y la historia del Perú actual no son nada bellas, pero la ficción que Lingán ha creado las presenta singularmente subyugantes como para buscar nuevos desenlaces.
Al comentar el libro de Wálter Lingán, estoy consciente de mis limitaciones, pues no tengo la formación necesaria para la crítica literaria. Lo hago como un inquieto lector, sobre todo porque pienso que la literatura, tanto la narrativa como la poesía, cuando son auténticas, contienen las palpitaciones de una sociedad, de una época, con sus contradicciones y sus perspectivas.
Lima, diciembre 4 del 2010
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